No me preguntéis el porqué del solemne silencio que rezuma la isla Tiberina cuando el río se divierte y la abraza imponente con sus líquidos brazos, ni tampoco inquiráis la muda, secular recriminación, que exudan en la noche los labios de bronce de Cola di Rienzo en la oscuridad de la domesticada ladera del Capitolio; no indaguéis el dorado del sol vespertino cuando se tiende, antes de dormir, sobre el Tíber, ni el blancor frío de la luna alumbrando los altos de la colina, antaño ciudadela poderosa de la poderosa Roma. No me preguntéis por el color de los mármoles antiguos de los templos ni el de los esplendorosos suelos exultantes de las Basílicas mayores, ni por qué ese aliento de melancolía cuando el sol, tras ascender la escalinata de Santa María del Araceli, se retira para morir detrás de San Pedro y deja en la fachada del templo una herencia de penumbra. No me lo preguntéis porque el milagro no se puede explicar, no es deconstruible enpalabras, es inasible a la gramática, pero podéis ir allí a verlo y a sentirlo como lo sentí yo. Marca: Não Informado